Por el Prof. Gabino Martín, el Lic. Gustavo Escobar y la Dra. Noor Jiménez Abraham
La militancia feminista fue activa para sintetizar sus luchas y proclamas en una ampla batería de leyes y programas en pos de la defensa de los derechos de las mujeres y de las diversidades. En esa transformación, se hizo evidente que también los varones debían generar cambios en sus formas de ser y de vincularse para poder erradicar las violencias por motivos de género.
Desde el ámbito académico, en un principio, los varones comenzaron a dictar cursos, talleres y hasta especializar sus carreras en la temática. Desde el área institucional, se crearon espacios y programas para trabajar con quienes requieren asistencia y para generar espacios de promoción y prevención dirigidos a quienes se cuestionan su modo de ejercer la masculinidad. El objetivo, trabajar aspectos fuera de la hegemonía de los mandatos de la sociedad patriarcal en los que los varones fueron socializados.
¿Cuánto repercuten estas instancias en los cambios esperados? ¿Cuál es el tiempo de ideal para lograr los objetivos? ¿Qué transformaciones se evidencian y cuáles son los ejes que restan para seguir trabajando? Sin dudas, se busca influir en el inconsciente colectivo como una forma de que lo políticamente correcto ya no habilite formas violentas. Comportamientos machistas, invisibilizados a veces aún por mujeres y diversidades sexo genéricas que también fueron socializadas bajo el paraguas del patriarcado.
En el camino de construcción de estas nuevas masculinidades hay avances en términos discursivos, así como la implementación de ciertas prácticas a la hora de ejercer la paternidad o en la transformación de cierto sentido común desde el que se condena prácticas relacionadas a la masculinidad tradicional. Las reivindicaciones machistas con orgullo se transformaron entonces en un traje que nadie quiere usar, aun quienes ejercen esos comportamientos.
Este maquillaje sobre las prácticas y, en el mejor de los casos, las genuinas transformaciones en las subjetividades, tienen como objetivo vincularse desde relaciones más amables, saludables y libres de violencia, situación que resulta todavía lejana. Las estadísticas van en contramano de estas metas.
Algunos machismos y micromachismos recargados
Esta etapa podría definirse como de post realidad, en la que no está claro lo que ocurre en términos concretos y aquello que se enuncia. En este contexto, donde hasta quienes ejercen la función pública insultan y cruzan límites, el respeto sobre las formas perdió la posibilidad de volverse tangible.
El mainstream mediático se encuentra liberado de pruritos para ejercer el machismo cotidianamente, la vuelta de los insultos sexistas, de chistes homofóbicos y de los comentarios sobre los cuerpos de otras personas.
Situaciones como la del jugador Sebastián Villa, condenado por la justicia argentina por ejercer violencia de género o las denuncias públicas a Pedro Brieguer, por acoso sexual, nuevamente pusieron en discusión los procedimientos que fallan para acompañar la integridad física, mental, laboral de mujeres y diversidades sexogenéricas.
Los reflujos del machismo más básico tienen su apoyatura oficial no solo en términos discursivos, sino en el desmantelamiento de las políticas públicas de asistencia a víctimas de violencia de género, el desfinanciamiento de programas, el vaciamiento del Ministerio de Mujeres, la eliminación de la línea 144 de asistencia a nivel nacional.
Toma cuerpo la avanzada de los varones por la recuperación de “lo perdido”, apoyados en frustraciones, en el resentimiento de las cancelaciones hacia sus acciones, en las inseguridades que les plantea un sistema con mujeres empoderadas que ya no pueden silenciar con tanta sencillez como otrora.
Masculinidades violentas y masculinidades “escondidas”
En el ejercicio de su forma de ser varones, algunos se esconden detrás de cierta terminología y buenas prácticas sociales. El objetivo es no problematizar en profundidad los mandatos que los constituyen. Lo que originan, en el ejercicio desigual de poder, situaciones violentas hacia mujeres, infancias, personas LGTBIQ+ e incluso otros varones que no encajan en el ideal de sujeto masculino que se construye socialmente.
Se identifican de manera clara distintos tipos de violencias que, históricamente se han llevado adelante para obtener los beneficios de un sistema desigual, injusto y violento. Los varones reconocen, desde lo discursivo, que hay prácticas que deben desterrarse. Pero en la intimidad de los grupos de varones (o cofradía) algunas costumbres, dichos y emocionalidades vuelven a tomar protagonismo: intercambio de fotos, “bromas” o videos por grupos de whatsapp; conductas estereotipadas que se excusan bajo pretextos como que no hacen daño a nadie. La incidencia del alcohol, las riñas en boliches, peleas en espacios deportivos, en muchos casos conductas riesgosas (tanto para sí como para terceras personas) con el afán de mostrar virilidad.
Al momento de encenderse las alarmas estos varones rápidamente se posicionan del lado de quienes denuncian las injusticias y maltratos que sufren “las compañeras”. Saben que el patriarcado es violento, algunos hasta pueden citar autoras feministas, pero al momento de reconocer(se) en los privilegios y el uso de las violencias, ¿toman conciencia de ese ejercicio machista?
Con este escenario, seguro parcial e incompleto, se hace notorio que desandar los muchos años de desigualdad no será sencillo a corto plazo. Todo esto está en movimiento. Actualmente se transita un grave retroceso en el que el gobierno nacional protagoniza una avanzada en el recorte de derechos y políticas públicas que profundizaban estos procesos de cambio.
La apuesta a la proliferación de espacios colectivos de reflexión y la plena implementación de la ESI (Educación Sexual Integral) sigue siendo un camino que transitar en esa búsqueda. No existe un pase de magia, un acto canónico que marque un antes y un después en la construcción de las nuevas masculinidades, evidentemente todas las personas bajo el influjo del poderoso sistema patriarcal deben asumir sus responsabilidades.
* Prof. Gabino Martín, integrante del equipo técnico de Políticas de Actualización de Conocimientos, estudiante avanzado de la Lic. en Comunicación Social (UNLAM); Diplomado en Masculinidades y DDHH (UTN de Santa Fe); Docente de nivel secundario; Coordinador de espacios de reflexión sobre masculinidades en organizaciones sociales y comunitarias.
* Gustavo Alexis Escobar es Licenciado en Comunicación Social (UNLaM). Diplomado en Género, Comunicación y Derechos Humanos. Operador Socio Comunitario con técnicas de Psicología Social con Orientación en Violencia Familiar. Coordina el dispositivo de varones que ejercieron violencias por razones de género de la Secretaría de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad de La Matanza.
* Dra. Noor Jiménez Abraham, Directora de Políticas de Actualización de Conocimientos de la Secretaría de Mujeres, Políticas de Género y Diversidades de La Matanza. Es Magíster en Comunicación Corporativa y Estratégica por la Universidad Internacional de Valencia; Dra. en Ciencias de la Comunicación Social, Especialista en Políticas Públicas y Justicia de Género; realizadora de trabajos de género en el exterior (Francia, USA, Palestina, Holanda e Irlanda).
Foto de Portada: SMPDGYD de La Matanza