jueves, marzo 28, 2024
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Qué fútbol tenemos y qué fútbol queremos

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El Lic. Rafael Crocinelli* presentó su libro “Cuerpos que [no] importan” en el marco del Encuentro de Masculinidades organizado por la Dirección de Políticas de Actualización de Conocimientos de la Secretaría de Mujeres, Políticas de Género y Diversidades que se realizó de modo presencial en el mes de junio en el Centro Universitario de Innovación (CUDI) de La Matanza.

Crocinelli analiza allí cómo el fútbol profesional se construye y sostiene bajo una idea única -hegemónica- de lo que es “ser un hombre”.

Se palpita el inicio de un nuevo Mundial y qué mejor excusa para entrevistarlo, parar la pelota y preguntarnos: ¿Qué fútbol tenemos y qué fútbol queremos?

Cuerpos que importan en la industria del fútbol

Desde chico, Rafael Crocinelli escuchaba comentarios que terminarían promoviendo no mirarse al espejo, no estar satisfecho con su cuerpo.

Ya en la adolescencia, no tenía vello bajo el brazo, “signo de virilidad” entre los varones de aquella época. Tenía acné, era muy delgado. Rafael juega al fútbol desde que tiene memoria y recuerda que le decían que lucía como una rata y que lo atarían a un árbol con una soga para alargarle el cuerpo.

Estaba cursando su último año de la Licenciatura en Comunicación Social cuando se topó con los estudios sobre masculinidades y empezó a poner en palabras, por primera vez, todas esas prácticas discriminatorias que lo habían violentado durante tantos años.

“Siempre dicen que el fútbol se rige por la pasión y bajo ese eslogan parece estar todo justificado. La pasión es válida pero tiene límites y la violencia nunca es algo para jactarse o algo que se pueda justificar”, dice Crocinelli, quien se propone darle una voz a una parte invisibilizada del fútbol.

– En el epílogo de tu libro “Cuerpos que [no] importan” Paula Ojeda dice que “El fútbol es un claro reflejo de la sociedad” ¿Estás de acuerdo? Y en tal caso, ¿por qué?

– Sí, estoy de acuerdo. El fútbol es un espacio micro que nos permite ver un montón de lógicas que imperan a nivel social, de lógicas mucho más complejas como el machismo, la discriminación… Y precisamente hay que ir de lo micro a lo macro y el fútbol es un buen ejemplo para preguntarse qué fútbol tenemos y qué fútbol queremos. Lo mismo con el deporte, qué deporte tenemos y qué deporte queremos. Y a su vez, igual con la sociedad, qué sociedad tenemos y qué sociedad queremos. En ese sentido, el fútbol es uno de los bastiones del patriarcado.

– Se aproxima el Mundial y en redes sociales y medios masivos de comunicación y plataformas de streaming se repiten las mismas caras. Messi, Di María, De Paul, entre otros. ¿Esos son los cuerpos que importan?¿Qué ocurre con quienes no llegan?

– Sí. Esos cuerpos son los que importan: todos los que firman contrato y vemos en la televisión y trascienden son los que importan para el mercado. Y los que no importan, que según el INDEC son el 97 y 98% de los chicos que se inicia en novena división en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), son descartados: “No nos servís más, ya te podés ir, no te necesitamos”, y se los descarta como si fueran un producto y no una persona. No se cuidan las formas, el mensaje, las maneras. Entonces se despersonaliza al deportista de alto rendimiento. Se lo trata como un animal de alto rendimiento y se lo desecha como un producto. Y es muy triste porque hay que dar herramientas, hay que acompañar, hay que pensar en la persona. 

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– ¿Cómo se construyen las masculinidades desde un deporte tan popular como lo es el fútbol predominantemente masculino? ¿Qué peso tiene el relato del éxito en esa construcción?

– El deporte ha sido un espacio masculino y masculinizado a lo largo de toda la historia. El fútbol, como decía antes, es un bastión del patriarcado. En él -como en otros espacios- las masculinidades se construyen en repudio y rechazo a otras identidades. De esa manera se define esta masculinidad como lo que no hay que ser: no hay que ser mina, no hay que ser maricón, no hay que ser puto.

¿Y qué hay que ser? Queda muy poco y quedan cosas muy tóxicas y nocivas en esa configuración identitaria: hay que ser macho, hay que tener aguante, hay que bancársela y no hay lugar para las emociones de ese varón, ya sea para el dolor o para permitirse el cuidado personal.

Entonces esa masculinidad se define por el miedo a ser rechazado, a no poder pertenecer a o no recibir la acreditación. Es una masculinidad muy frágil. Eso es lo que tenemos que desmenuzar.

Y el éxito tiene un peso total en la construcción de esta masculinidad, con un deporte exitista donde parece que el resultado dicta todo. Todos competimos para ganar, pero no es lo único y no lo es todo. Entonces creo que hay que cambiar un poco ese chip de la cultura del aguante y empezar a permitirnos pensar de otra forma. Dejar de ponderar los resultados antes que las formas.

El fútbol femenino como hecho político

Aunque en Argentina el Campeonato de Fútbol Femenino de Primera División A se juega oficialmente desde 1991, recién en 2019 la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) anunció el inicio de la profesionalización de la liga “femenina”, siendo San Lorenzo de Almagro el primer club que avanzó con los primeros 15 contratos profesionales para sus jugadoras de Primera División.

En 2021, la jugadora Maca Sánchez iniciaba el primer reclamo laboral en el fútbol femenino, intimando al Club UAI Urquiza por la regularización de su situación laboral tras ser desvinculada a mitad del torneo 2018-2019. A partir de este hecho, y según el sitio de FútFemProf.com “la campaña #FútbolFemeninoProfesional sumó a cientos de personas que se expresaron a favor de la lucha, dejando en evidencia las falencias y desigualdades que atravesaban y atraviesan las mujeres”.

Hace muy poco -el 25 de septiembre de 2022- La Bombonera agotaba localidades en la final del Campeonato Femenino que las Gladiadoras (Boca) ganaron por 2-1 ante la UAI Urquiza. Menos de una semana después -el 1° de octubre- el equipo femenino del Club Atlético Belgrano de Córdoba ascendía a la Primera División ante 28 mil hinchas en Barrio Alberdi.

Actualmente hay 21 equipos femeninos de fútbol profesional en la Primera División, al que debemos sumar los equipos femeninos que están en la B, C y las Ligas Regionales. Si a esto le sumamos una multiplicidad de torneos amateur de fútbol femenino a lo largo y ancho del país, nos preguntamos: ¿Qué lugar queda para el viejo pero aún vigente discurso de que “a nadie le interesa el fútbol de minitas”?

Para Crocinelli, todo esto es un claro reflejo del fútbol que queremos y que merecemos:

“Los varones -y puntualmente los varones del fútbol profesional masculino- tienen mucho que aprender de las mujeres, sobre todo en el tema del posicionamiento político. El debate de las masculinidades forma parte de la agenda de los feminismos y creo que la mujer futbolista es más consciente de su lugar político porque desarrolla una lucha de abajo hacia arriba. Se planta, visibiliza y se involucra más en acontecimientos sociales porque es parte de esa lucha”, expresa.

El debate de las masculinidades forma parte de la agenda de los feminismos y creo que la mujer futbolista es más consciente de su lugar político”.

Lic. Rafael Crocinelli, autor del libro “Cuerpos que [no] importan”

Por el contrario, son escasas las veces que un futbolista se involucra, toma cartas en el asunto y expresa lo que siente. Y cuando esto pasa, trasciende como noticia: son los casos del argentino Patón Guzmán en México, Juan Cruz Komar en Boca y los dichos del “Monito” Vargas en Vélez. Y en el fútbol internacional, la icónica patada del jugador profesional francés –Eric Cantoná– a un hooligan (barrabrava) xenófobo en la Premier League inglesa, en 1995.

Estamos en las vísperas del inicio del Mundial de Qatar y, además, seguimos en el mes del orgullo, dos instancias interesantes para visibilizar, hablar y cuestionar:

“Cada jugador del seleccionado masculino debe tener una opinión formada, por ejemplo, sobre las identidades de género y las opciones sexuales. Podrá parecer un ejemplo banal el que pongo pero me encantaría ver a Messi hacer un gol y festejarlo con un beso, un pico a alguno de sus compañeros. Sería una manera de manifestarse políticamente en Qatar, un país donde está prohibido que dos personas de “un mismo sexo” se amen”, concluye el Licenciado.

Aprovechemos el evento deportivo que se aproxima, como excusa, para reflexionar e intercambiar, con quienes nos rodean, qué futbol y qué sociedad queremos.


* Rafael Crocinelli es Licenciado en Comunicación UNLP, Diplomado en Gestión Deportiva por ITBA y Director Técnico licencia PRO por la Escuela Adolfo Pedernera.
Diseño de Portada: Camila Berdichesky

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