Lic. Gustavo Alexis Escobar*
Trabajar en equipos de asistencia abordando las violencias por razones de género es una tarea que implica mucho poner de sí mismo para entrar a un universo cargado de desigualdades, intimidaciones, esquemas estáticos, rigideces que inmovilizan y perpetúan injusticias. En ese trabajo, el pensar acciones con aquellos varones que han ejercido algún tipo de violencia en donde la justicia interviene, es una tarea que no resulta nada fácil ni mucho menos cómoda, pero que es necesaria (y hasta podríamos afirmar urgente) de llevar a cabo.
Cuando los varones llegan al espacio grupal, previa entrevista individual para conocer y reconocer el relato, sus esquemas argumentativos y pensar el ingreso o no, comienzan a desandar un camino de frases hechas, sentido común que se refleja en acciones concretas que involucran maltratos, destratos, conductas estereotipadas que intimidan o anulan subjetividades y que no logran discernir qué de todo eso está mal. Es ahí donde comienza el trabajo. Tomar la punta del hilo para desarmar todo ese ovillo confuso e iracundo que lo llevó a ser o querer ser ese varón modelo y ejemplar que aprendió en su familia, en el barrio, en los medios de comunicación, en su espacio de trabajo y en todo espacio social. A ser varón se aprende. Por ende, también se puede desaprender.
El no entender por qué está en esa situación es la primera acción a realizar desde el abordaje con varones que han ejercido violencia por razones de género. No entienden porque la realidad es que hay mucha violencia implícita en el hecho de ser y constituirse como varón. Desde las exigencias deportivas y de conducta como, por ejemplo, el rendimiento sexual y la temerosidad en el volante o en la calle, vamos viendo modelos a repetir de lo que le corresponde hacer y lo que no debe hacer el varón. Entonces, muchas de las acciones y actitudes que el varón repite no las ve como ejercicio de violencia.
El no entender por qué está en esa situación es la primera acción a realizar desde el abordaje con varones que han ejercido violencia por razones de género.”
Un grito es para el varón un instrumento para poder demostrar que no está de acuerdo con algo; un empujón es lo que se usa para mostrar enfado. Un golpe en la mesa o tirar algo es la demostración de pretender que le hagan caso sobre algún gusto o disgusto que tiene. Un insulto es sólo una palabra más en su vocabulario. El modo de vincularnos “fue siempre así”, decimos muchas veces los varones.
De allí se parte, de derribar las obviedades. De hacer el ejercicio de pensar y repensar esas palabras que continuamente repetimos: “siempre fue así”; “es normal”; “lo que debe ser”; “una familia común y corriente”; “quiero lo que todo hombre quiere…” y así podemos seguir con frases que van acoplándose en un mapa mental que predestina una acción que, al momento de confrontar con otra realidad muy distinta, colisiona. Choca con una persona que tiene otra historia y otros modos, y el varón como todo varón socializado en la cultura patriarcal hará sentir su privilegio para salirse con la suya. En ese pretender tener la razón ejercerá violencia: psicológica, emocional, económica, sexual y física.
Los varones muchas veces solo comprendemos que violencia es un golpe. Más aún, también establecemos una categoría propia para ese golpe para ver si el mismo tipifica como violencia. Porque si hay algo que los varones aprendemos es a justificar nuestras acciones, siempre. Tendemos a la racionalización de todas nuestras acciones. Y si es una acción reprochable, mucho más: explicamos, nos justificamos, teorizamos incluso.
El primer paso es tomar la responsabilidad de nuestra acción. Y ese es el primer paso a dar en los grupos psicosocioeducativos que abordamos el trabajo con varones que han ejercido violencias por razones de género.
Una vez posicionado en el ejercicio de la responsabilidad (estoy acá no porque me hicieron una denuncia, sino que estoy acá porque ejercí violencia); se puede avanzar en desandar la trama vincular, social y familiar. Tomar dimensión en cuanto a que vivimos en una sociedad heteropatriarcal que se impone a partir de la violencia. Que los varones tenemos privilegios en el ejercicio pleno de nuestra subjetividad social e individual (el poder transitar sin miedo a ser acosado, violado e incluso asesinado en la vía pública es el claro ejemplo) y que hay costos en el sostenimiento de este sistema.
Una vez posicionado en el ejercicio de la responsabilidad (estoy acá no porque me hicieron una denuncia, sino que estoy acá porque ejercí violencia); se puede avanzar en desandar la trama vincular, social y familiar.”
Es allí en donde, a partir de encuentros semanales se trabajan mandatos, privilegios, costos de ser varón y siempre volviendo (a modo de espiral) al ejercicio de la responsabilidad individual. Sí, sabemos que el mundo está “loco” pero… ¿qué hacemos nosotros con ello”. Trabajar con el sentido común para no estar hablando siempre de los demás y comenzar a hablar de uno mismo. De lo que le pasa, de lo que sucedió, cómo se sintió… y cómo se siente ahora. Comenzar a correrse de esa estructura rígida que imprime UN modelo de ser varón y comenzar, de a poco, sin muchas certezas, pero sí con muchos interrogantes, a construir un modelo propio de ser varón.
Dejar de lado esa masculinidad normativa y mayoritaria y comenzar a amasar a este varón que transita otras vivencias y realidades propias de la particularidad de un distrito tan diverso y multifacético como lo es La Matanza. Comenzar a pensar esa masculinidad situada matancera que, más allá de las desigualdades estructurales, puede (y debe) no ejercer violencia. Disminuyendo el riesgo, en primerísimo lugar hacia la mujer, niñeces y diversidades y, en último también, para ese mismo varón que puede reaprender nuevas maneras de vincularse.
Dejar de lado esa masculinidad normativa y mayoritaria y comenzar a amasar a este varón que transita otras vivencias y realidades propias de la particularidad de un distrito tan diverso y multifacético como lo es La Matanza.”
Los espacios se denominan psicosocioeducativos porque no son una terapia o grupo terapéutico pero hay un abordaje desde un plano psicológico en cuanto al vínculo y la subjetividad, y socio educativo porque, como se dijo párrafos arriba: a ser varón se aprende y, por lo tanto, se pueden aprender nuevas maneras y formas de ser varón alejándonos de patrones y conductas enmarcadas en las violencias y remarcar lo social porque nadie puede criarse, educarse, sentirse pleno en un estadio de individualismo. Somos con el otro, otra, otre. Siempre.
Asumir nuestra responsabilidad individual para, de allí, construir prácticas sociales más saludables, empáticas y amorosas. Para con nosotros en el caso de los varones, pero también en todos los ámbitos de la persona: pareja, hijes, espacio de trabajo y de diversión, la calle, entre otros múltiples espacios.
La importancia del Estado: presupuesto y personal idóneo
En este trabajo algo que es fundamental de destacar y afirmar es el papel protagónico del Estado. Y más en estos tiempos en los que la política pública está tomando caminos que llevan a profundizar las desigualdades. La acción del Estado, tanto nacional, provincial y en este caso municipal es vital para que los espacios puedan sostenerse en el tiempo e incluso puedan ampliar su trabajo territorial.
Contar con personal idóneo que pueda llevar adelante la tarea y políticas públicas concretas como son la creación de la Secretaría de Mujeres, Políticas de Género y Diversidades en La Matanza, más allá de las leyes y normativas, son el pilar fundamental para que la agenda de género pueda sostenerse y se planifiquen acciones a futuro. De lo contrario es una tarea que siempre está comenzando de cero. Y en el mientras tanto son las mujeres las que sufren, concretamente con su cuerpo e incluso su vida, esta situación.
Son momentos de reconfiguraciones en la acción de la política pública, pero el trabajo con varones que ejercieron violencia por razones es una política pública que puede no ser cómoda pero que sí es necesaria para la disminución y erradicación de las violencias. Continuar pensando, reflexionando y accionando para salir del papel de la culpa y asumir la responsabilidad de cada uno.
* Gustavo Alexis Escobar es Licenciado en Comunicación Social (UNLaM). Diplomado en Género, Comunicación y Derechos Humanos. Operador Socio Comunitario con técnicas de Psicología Social con Orientación en Violencia Familiar. Coordina el dispositivo de varones que ejercieron violencias por razones de género de la Secretaría de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad de La Matanza.
Foto de Portada: SMPDGYD de La Matanza